Sergio Gaut vel Hartman
Beethoven no oye entrar a Borges, naturalmente, y el escritor no ve
al músico, por lo que ambos chocan y caen al suelo polvoriento de la sala,
en la casa de Bonngasse 20. Ludwig lanza un soez insulto en alemán, pero
Borges, que sospecha el idioma de Schiller, no piensa que ha atropellado a tan
ilustre personaje; más bien deduce que su víctima podría ser Otto Pflegger, un
guardia de Treblika que le fue referido por un sobreviviente de ese campo,
Jacob Rubinsky, o en todo caso Hans Schwartzenegger, el feroz carnicero bávaro
que se ufanaba de haber liquidado a dos centenares de rojos. De todos modos se
disculpa en inglés, como cuadra a un caballero, aunque el genio de Bonn tampoco
capta la disculpa, por razones obvias, y lejos de interpretar que está ante el
autor de “El Aleph” imagina una conspiración judeo-masónica destinada a robarle
la partitura de
Que pena para los pobres mortales! jajaja, muy buen relato Sergio
ResponderEliminarUna pequeña obra maestra, destinada a ser un clásico en cualquier antología universal del microrrelato. Simplemente genial.
ResponderEliminarExcelente y uno de mis favoritos!
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