Mutaciones
Marcela Iglesias Víctor Lowenstein
Guillermo Lamolle & Sergio Gaut vel Hartman
Tras la declaración de
Yeilek volvió a reinar el silencio durante algunos segundos. Y si bien la
suspicacia y la irritabilidad del biólogo lo tenían harto, Burnek consideró que
estaba obligado a darle una respuesta adecuada y sensata.
—En estas circunstancias —comenzó
diciendo, con un tono de voz sereno—, cuando solo existen cuatro o cinco
personas capaces de dar una respuesta mínimamente confiable a los interrogantes
planteados, usted debería callarse la boca y elegir alguna de las múltiples
formas de salir de escena. Puede irse a pescar, dedicarse a coleccionar
estampillas y monedas, salir de copas o meterse un tiro en la cabeza.
¿Comprende lo que estoy diciendo? —En ningún momento de su alocución Burnek
había alzado la voz ni realizado un gesto ampuloso. Pero eso no fue óbice para
que Yeilek se pusiera rojo como un tomate y apretara los puños, listo para
abalanzarse sobre el físico.
—Lo estás provocando, Burnek —dijo
Motiek poniéndose de pie—. Vas a lograr que pierda el control.
—Eso es lo que estoy buscando. ¿No
es cierto, Yeilek, que usted sabe cuál es mi intención?
—¡Hijo de puta!
—Yo puedo provocarlo y usted puede
enojarse hasta alcanzar niveles nunca conocidos en la Federación. Pero eso no
cambiará el hecho básico y fundamental: no sabemos cómo enfrentar la mutación
de la bacteria y si no logramos dar con la solución todos y cada uno de los
habitantes de la colonia morirán, no sin antes sufrir dolores inauditos. Y
usted, aunque alardea, no sabe nada.
—Estás equivocado Burnek —dijo
Motiek aún de pie—. Yeilek está aquí porque fue quien se dio cuenta de la
existencia de la bacteria. Modera tus palabras.
—Yo no he utilizado improperios,
Motiek, sin embargo, Yeilek sí.
—¡Basta!, todos. ¿No se dan cuenta
que cada minuto perdido significa el fin de la colonia? Regresemos al
principio.
Todos se silenciaron; la doctora
Darnek tenía razón.
—Yeilek, vuelva a comenzar su
informe. Solo hechos por favor, omita sus opiniones.
—Está bien, doctora, gracias.
En veinte largos minutos Yeilek
leyó el informe presentado a las autoridades, alertando la presencia de
patógenos mutados en las muestras enviadas por la colonia al Hospital General y
sus conjeturas respecto a que las actividades de investigación realizadas en la
colonia habrían provocado las mutaciones vistas. Evitó sus comentarios
personales, tal como le había pedido Darnek. Sin embargo, Burnek, que ya estaba
sobrepasado se dirigió a la comisión:
—Correcto, Yeilek descubrió los
patógenos, pero ¿qué más? ¿Quiere felicitaciones? Lo felicito. Pero no tenemos
soluciones. ¿Cuánta más gente de la colonia debe morir para poder enfrentar a la
bacteria? ¿Es necesario echarle la culpa a la misma gente que está enfermando?
—No podemos seguir así, Burnek,
retírese de la sala. Usted no nos permite avanzar. Motiek, llévese al
representante de la colonia.
En ese instante, Motiek se levantó
para obligar a Burnek a retirarse, quien no se dejó tocar y miró a todos los
presentes.
—Ustedes serán los culpables
—sentenció.
Hubo
unos instantes de silencio, tras los que Burnek se retiró con un paso
provocativamente lento.
—Volviendo al tema —se apresuró
Yeilek, antes de que alguien comentara algo sobre la infantil reacción del
físico—, me gustaría dejar claro mi pensamiento, desde mi condición de biólogo.
No es fácil encontrar la cura a una enfermedad nueva, aún en estos tiempos. No
tenemos forma de huir, ni de recibir ayuda a tiempo. Deberemos trabajar juntos,
sin descanso, y aun así, esperar un golpe de suerte. De lo contrario…
—Sí, eso: de lo contrario —completó
Darnek— no habrá nadie a quien proteger de la bacteria, que se extinguirá
naturalmente al no poder reproducirse. Pero prefiero no pensar en esa opción.
—De acuerdo. Corremos contra el
tiempo y es muy poco probable que logremos ganar esta carrera usando métodos
convencionales. ¿Alguna idea? —preguntó Motiek.
—Disculpen —dijo una voz desde la
puerta—, me quedé escuchando. Pido disculpas por mi berrinche de hace un
momento. Creo que puedo postergar mi enojo para después, si es que hay un
después. Se me ocurrió una idea. Es un poco descabellada, pero... —El biólogo
abrió la boca pero la volvió a cerrar, al sentirse atravesado por la mirada de
la doctora Darnek— …tal vez podría funcionar. Después de todo, no tenemos
opciones.
—Adelante, cuéntenos.
—Es difícil de explicar, pero creo
que la variante actual de la bacteria surge como adaptación a las peculiares
condiciones de este planeta. Recuerden que cuando llegamos señalé que los
instrumentos mostraban algo raro.
—Explíquese
—exhortó Motiek.
—Verán…—Burnek hizo una pausa y luego inició
su discurso—. He escuchado atentamente el informe del biólogo al igual que los
de los demás científicos que participaron de la investigación de las muestras
enviadas al hospital. Creo tener alguna autoridad para dar opinión. —Hasta
Yeilek puso atención. Burnek se mostraba razonable y su prólogo prometía alguna
teoría esperanzadora. El físico prosiguió—: Las muestras de células conteniendo
esos agentes infecciosos fueron sometidos a diversos experimentos con fines de
estudio. El más extraordinario fue el bombardeo microscópico de calor que
demostró su baja resistencia a esas condiciones, aplicadas conjuntamente. Los
bombardeos intermitentes provocaron alteraciones del colectivo patógeno. En
otras palabras, el calor los estresa de tal modo que tienden a reproducirse y
morir en poco tiempo.
—¿Y? —lanzó Motiek.
—Y… que si cada infectado gasta
suficiente energía propia, esta se encargará de debilitar a la bacteria,
suponemos que hasta matarlo…
—Es una suposición plausible —afirmó la
doctora Darnek—. ¿Qué tipos de ejercicio
de desgaste debería hacer la población para curar… o prevenirse?
—Calistenia.
Aerobismo. Sexo a toda hora.
—No bromee,
doctor.
—No lo hago,
créanme. Es una verdad verificada científicamente.
Sin objetar nada, la doctora se excusó
y fue a comunicarle al director de salud las nuevas directivas destinadas a la
población.
Pero regresó a los pocos minutos y les pidió
a Burnek, Yeilek y Motiek que la acompañaran hasta su casa. Deseaba
experimentar por sí misma si aquella medicina preventiva sugerida podía dar el
resultado que estaban necesitando…
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