EL SUICIDIO NO ES PARA SIEMPRE
Sergio Gaut vel Hartman
No tenía hambre, ni frío, ni calor; funcionaba
apenas, al mínimo, como en piloto automático. Oyó una melodía, y hubiera
querido responder con otra. Luego comió la bazofia que se había preparado, de
pie ante la ventana del balcón, mirando el patio desierto, inundado por la luz
del reflector. ¿No podían plantar árboles? ¿Ni siquiera uno? Sus pensamientos
avanzaban en un hilo débil; y en verdad no eran pensamientos, apenas trazos,
flecos y retazos. Oyó el runrún de una máquina. Quizás estos sean los nuevos
métodos de investigación, pensó. Permitió que los tonos se empujaran entre sí
como cuerpos de títeres sacudidos por descargas epilépticas. La revolución
científica y tecnológica, y todo eso, reflexionó, o le pareció que lo hacía.
Una conducta libre y fácil, y un ataque psicológico, directo a la glándula
pineal. Pero el coñac, eso no estaba claro para nada. ¿Para qué el coñac? Piloto
automático, control automático, sin frío ni calor. Una cerveza te refresca, un
coñac te calienta las tripas. ¿Para qué? Ni siquiera el sol parecía capaz de
emitir una radiación coherente. ¿Y si realmente fuera una invasión
extraterrestre, como cacareaban los delirantes de turno? La máquina, que
gracias una súbita e inesperada revelación se había ubicado en una situación
vulnerable, lo volvió a castigar con sonidos discordantes, sonidos que se
desprendían de otros sonidos como la piel de una víbora. Tomó el micrófono y se
puso a dictar a toda velocidad.
—No tengo nada que perder —dijo—.
Usaré lo que quede registrado sin pensar que todo es rémora, jirones de sueños,
bagatelas. —Se apoyó en una rama, usándola como báculo, salió de la casa, y en el
punto de intersección se dejó atropellar por el primer auto que pasó por allí.
Los invasores extraterrestres, que habían monitoreado sus pensamientos, congelaron
el cuerpo aunque se tomaron una apreciable cantidad de tiempo, veinte años, tal
vez cien, antes de revivirlo y sumarlo al pequeño grupo de seres humanos que
repoblarían el planeta.
Al despertar, vaciló antes de
pedir. ¿Sería verano o invierno? ¿Cerveza o coñac?
Tu narración es atrapante y armoniosa. Me encanta.
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