RUPTURA
Marina Sosa
Me senté a escribir hecho un mar de
lágrimas. No quiero escuchar a nadie. Mientras nuestros hijos duermen y vos
deambulás por ahí derritiéndose en pieles ajenas, resisto a puras comas y
puntos.
Éramos tan felices, el
termómetro de TN marcaba veinte grados. Nos hicieron una nota. Contamos todo:
el día que nos casamos, cómo nos conocimos un día de calor en la marcha, el día
que nos decidimos y escribimos nuestra carta a París. (No exactamente, no, fue
en un foro sobre vientre subrogado). El día que nacieron nuestros hijos (Edenor,
tan enérgico y al mismo tiempo tan volátil. Aysa, tan fresca a veces, tan
cálida otras, tan escurridiza. A veces sale y a veces no quiere.) Nuestro amor
por ellos, tan grande.
Pero la nota de TN no
fue ni por vos, ni por mí, ni por Aysa, ni por Edenor. Ellos querían saber de
Olivio.
Le contamos al señor
periodista que Olivio era una máquina conservadora de sentimientos, que
funciona a frío extremo para producir calor, que mantiene intacto el amor como
el primer día y que requiere como una plantita del cuidado diario de sus
dueños.
Olivio hace tiempo que
no funciona bien. Lo sabíamos. Sabíamos que no resistiría un episodio de calor
extremo.
Logramos salir adelante
luego de aquel 9 de julio de 2007 en Buenos Aires. Nos arriesgamos: sacamos a
nuestros hijos para que hagan su muñeco de nieve sobre el capot del auto y lo
guardamos en el freezer porque Edenor no dejaba de llorar. Olivio se confundió,
empezó a generar calor y estuvo a punto de explotar. Entre los cuatro lo
cuidamos, lo mantuvimos lejos de las estufas y de las ventanas por las que se
veían pasar los autos cubriéndose de agua nieve. Su sensor meteorológico no
estaba preparado para el episodio.
Pero esta ola de calor
fue muy determinante. No estás en casa. No le hacés mantenimiento.
Ay, nuestros niños.
La calle está hecha un
volcán incandescente a punto de explotar. Los pies descalzos rozan una baldosa
ardiente a fuerza del calor extremo. Aunque lo ocultes, sé que te fuiste con
otro y que tal vez hayas logrado un diseño mejorado, otro Olivio.
Te preparé la valija y
a Olivio.
Sí, me dirás qué cómo
te hago esto, pondrás cara de asombro, tus ojos se agrandarán y tu gesto será
de sorpresa y de locura. Te mostrarás ofendido, negarás tu traición.
Olivio ya no funciona.
Te lo entrego así, descompuesto para que vos decidas hacerlo estallar en algún
lugar lejos de la gente y del ruido. Vos quisiste este amor. Un amor
electrónico. Pero las máquinas se descomponen y esta está a punto de explotar.
Tomá la decisión,
fijate de qué color es el cable que vas a cortar pero eso sí, hacelo lejos de
nosotros.
Aysa y Edenor, duermen
plácidamente.
No esperes escándalos,
ni elementos arrojados desde los balcones, ni besos y abrazos de despedida.
Ya no somos el sol que
te ilumina ni el agua de la que bebes.
Muy ocurrente, me gustó mucho aunque no soy de Buenos Aires, por eso supongo que los nombres propios no me generan tantas imágenes. Tengo dudas sobre la persona de un verbo: "vos deambulás por ahí derritiéndose en pieles ajenas," ¿no sería correcto "derritiéndote"?
ResponderEliminarHermoso cuento.
Hola Adriana, gracias por tu comentario y muchas gracias a Sergio por elegir mi cuento. Sí, lo que quise escribir es "derritiéndote", es un error de tipeo. Cariños
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