EL VUELO DE LOS DRAGONES
Nora Lucero
El espíritu de los dragones anidaba en
la Osa Mayor, aunque la Cruz del Sur intentó guiarlos por el camino correcto,
pocas veces lo había logrado.
Así fue como se
dirigieron al séptimo portal de Oxama, sin sospechar que un ejército desconocido,
había construido un espiral de hielo que atrapara sus llamas, dejándolos
indefensos, vaya a saber con qué intención.
Apenas un destello en
medio de la oscuridad y el vuelo de los dragones cambió el rumbo, pero uno, el
más joven había cruzado el portal. La sensibilidad de sus alas advirtió la
trampa, lanzó su llama hacia aquel laberinto de hielo desde donde llovió agua
salada sobre los volcanes sagrados. La bruma, cegó a los soldados.
Enterada, Oclus lanzó
un grito agudo de desesperación tan intenso, que el animal acudió en su
auxilio. La Diosa de los Volcanes
quedó conmovida con la decisión del dragón, sabía que sus lágrimas podían
apagar el brillo de las constelaciones, dejando los ejércitos sin Norte. Toda
estrategia entonces, sería en vano, corría el riesgo de presenciar el
apocalipsis en su reino.
Tiempo atrás, previendo
una invasión, Oclus había enviado a colocar venenos, elixires de vida,
andróferos y mutóridos en los valles de Oxama. Entrenó sus soldados para
correr, saltar, trepar laderas y escarpados, seleccionó cuidadosamente haces de
luz rosada para proteger los elixires que debían ganar los soldados con el
único objetivo de resucitar de las muertes en la hoguera de los volcanes
sagrados.
Oclus tenía su propio
Caín, Antáfora, herida por Xaxumacán cuando la doblegó con su sable, en la
guerra que Oclus abrió, por el Septimo Portal de Oxama. Donde cerros de cenizas
petrificadas, ocultaban de malhechores y hechiceras los volcanes sagrados y sus
criaturas benefactoras.
Xaxumacán sintió en su
pecho el odio de Antáfora, que desterrada del cuadrante Beta, organizó
puebladas, ejércitos y hordas para invadir Oxama. Oculta en un manto de
oscuridad llegó al anochecer, escurriéndose entre las sombras logró descubrir
las estrategias de Oclus.
Fue en busca de los
elixires, derramándoles su conjuro sin piedad, dejando sin vidas a los soldados.
Así planeaba capturar a las criaturas benefactora, hacerlas sus esclavas y
apagar las llamas de los volcanes con soplos de escarcha y nieve.
Durante la tercera
batalla, entre los dos picos más altos, donde el río Saxamara serpenteaba entre
la vegetación azul brillante, fertilizando los valles que alimentaban a la
población, al ejército, a las criaturas benefactoras, también a selfericios, andróferos
y hasta los mismos Dioses. Antáfora se ocultó entre arbustos y hojas,
arrastrándose por huellas de animales, llevaba entre sus manos un cuerno embrujado, cuando apareció la
figura de Oclus, se lanzó a su corazón, hiriéndola de muerte.
Rendido el ejército,
envenenados los elixires, vencido de dolor Xaxumacán, se vio llegar el
apocalipsis a Oxama, como una ausencia negra de la voluntad de vida. Ante el
paisaje derretido de tanta pérdida, fue tal la tristeza que se esparció por el
espacio de todos los universos, llegando hasta la Osa Mayor, donde moraba el
espíritu de los dragones que, al lamento de aquel joven de alas prodigiosas,
acudieron en bandadas.
Como todos sabemos las
Diosas no mueren. En la cueva de los volcanes sagrados, Oclus recuperó su poder
y su espada, juró encontrar a Antáfora, elevó sus brazos, hizo círculos de
tempestad, bajó sus manos, las acercó a la cabeza del dragón, hasta entregarle
el poder de todos los multiversos, para mantener
encendidos los volcanes sagrados, por toda la eternidad.
Buen estilo de escritura.
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