miércoles, 19 de enero de 2022

ESPECIAL FRÍO Y CALOR - 4

EL VUELO DE LOS DRAGONES

Nora Lucero


El espíritu de los dragones anidaba en la Osa Mayor, aunque la Cruz del Sur intentó guiarlos por el camino correcto, pocas veces lo había logrado.

Así fue como se dirigieron al séptimo portal de Oxama, sin sospechar que un ejército desconocido, había construido un espiral de hielo que atrapara sus llamas, dejándolos indefensos, vaya a saber con qué intención.

Apenas un destello en medio de la oscuridad y el vuelo de los dragones cambió el rumbo, pero uno, el más joven había cruzado el portal. La sensibilidad de sus alas advirtió la trampa, lanzó su llama hacia aquel laberinto de hielo desde donde llovió agua salada sobre los volcanes sagrados. La bruma, cegó a los soldados.

Enterada, Oclus lanzó un grito agudo de desesperación tan intenso, que el animal acudió en su auxilio.        La Diosa de los Volcanes quedó conmovida con la decisión del dragón, sabía que sus lágrimas podían apagar el brillo de las constelaciones, dejando los ejércitos sin Norte. Toda estrategia entonces, sería en vano, corría el riesgo de presenciar el apocalipsis en su reino.

Tiempo atrás, previendo una invasión, Oclus había enviado a colocar venenos, elixires de vida, andróferos y mutóridos en los valles de Oxama. Entrenó sus soldados para correr, saltar, trepar laderas y escarpados, seleccionó cuidadosamente haces de luz rosada para proteger los elixires que debían ganar los soldados con el único objetivo de resucitar de las muertes en la hoguera de los volcanes sagrados.

Oclus tenía su propio Caín, Antáfora, herida por Xaxumacán cuando la doblegó con su sable, en la guerra que Oclus abrió, por el Septimo Portal de Oxama. Donde cerros de cenizas petrificadas, ocultaban de malhechores y hechiceras los volcanes sagrados y sus criaturas benefactoras.

Xaxumacán sintió en su pecho el odio de Antáfora, que desterrada del cuadrante Beta, organizó puebladas, ejércitos y hordas para invadir Oxama. Oculta en un manto de oscuridad llegó al anochecer, escurriéndose entre las sombras logró descubrir las estrategias de Oclus.

Fue en busca de los elixires, derramándoles su conjuro sin piedad, dejando sin vidas a los soldados. Así planeaba capturar a las criaturas benefactora, hacerlas sus esclavas y apagar las llamas de los volcanes con soplos de escarcha y nieve.

Durante la tercera batalla, entre los dos picos más altos, donde el río Saxamara serpenteaba entre la vegetación azul brillante, fertilizando los valles que alimentaban a la población, al ejército, a las criaturas benefactoras, también a selfericios, andróferos y hasta los mismos Dioses. Antáfora se ocultó entre arbustos y hojas, arrastrándose por huellas de animales, llevaba entre sus manos  un cuerno embrujado, cuando apareció la figura de Oclus, se lanzó a su corazón, hiriéndola de muerte.

Rendido el ejército, envenenados los elixires, vencido de dolor Xaxumacán, se vio llegar el apocalipsis a Oxama, como una ausencia negra de la voluntad de vida. Ante el paisaje derretido de tanta pérdida, fue tal la tristeza que se esparció por el espacio de todos los universos, llegando hasta la Osa Mayor, donde moraba el espíritu de los dragones que, al lamento de aquel joven de alas prodigiosas, acudieron en bandadas.

Como todos sabemos las Diosas no mueren. En la cueva de los volcanes sagrados, Oclus recuperó su poder y su espada, juró encontrar a Antáfora, elevó sus brazos, hizo círculos de tempestad, bajó sus manos, las acercó a la cabeza del dragón, hasta entregarle el poder de todos los multiversos, para mantener encendidos los volcanes sagrados, por toda la eternidad.



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