sábado, 9 de abril de 2022

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO - NUEVA SERIE - 003

Adentro y afuera

Gabriela Vilardo Hernán Bortondello 

& Sergio Gaut vel Hartman


Nunca había padecido algo como eso. Lo asaltó la impresión de estar en otro universo, con reglas distintas y formas, materiales y texturas desconocidas. Percibió un millón de olores y sabores ignotos se precipitaron sobre él. Algunos eran secos, blandos, metálicos, flexibles, toscos como adoquines, frágiles, ásperos, dulces, suaves, peligrosos, complejos como el mecanismo de un reloj, gigantescos como rascacielos y microscópicos como bacterias. El aire se volvió sólido, le crecieron aristas y vértices; el espacio se convirtió en una superficie pegajosa mientras se llenaba de enormes esferas diamantinas, pirámides viscosas, gigantescos cristales sin volumen. Y Rodder no tenía más remedio que avanzar a través de todo aquello, abriéndose camino como si se tratara de un sueño, como si lo hubieran enterrado bajo una tonelada de tierra blanda y porosa y él quisiera volver a la superficie. No se atrevió a cerrar los ojos, temeroso de que todo aquello empeorara.

Pero nada pudo impedir que el caos evolucionara hasta alcanzar el horror. Uno que hizo creer a Rodder que perdería la cordura. No podía definir lados o puntos de referencia pues no estaba en un verdadero lugar. Los inefables portentos que lo rodeaban comenzaron a acercársele desde direcciones que no lo eran realmente. Se quedó inmóvil, incapaz de detener esas cosas que lo estrechaban. Supo que no existía el concepto de otro espacio hacia el que huir. Finalmente sintió que lo tocaban, que de alguna manera contactaban su cuerpo. ¿Pero cuál? ¿El físico o el astral? No podía estar seguro de nada. Por algún motivo tensó cada fibra de lo que suponía era su ser. Algo le ocurría y no estaba para nada bien. Entonces se dio cuenta. Las formas y no formas no se habían detenido en su epidermis o en la membrana exterior del espíritu. Con un terror negro y helado comprendió que estaba siendo penetrado de una manera absoluta. No sólo las entidades pequeñas se adentraban en él. También lo invadían las gigantescas, contra toda explicación racional. Sentía como el plasma multiforme atravesaba fantasmalmente cada una de sus partes y extremidades. Era como una especie de lluvia, copiosa y constante. El proceso no cesaba y sintió que su yo interior era desplazado por los engendros, cediendo y retrocediendo. Hasta que acorralado, descubrió que ya no había espacio en los adentros. ¿Qué haría? Terminaba de plantearse el interrogante cuando llegó la rápida respuesta. Otra ola de lo que no tenía nombre, plena de colores impensados, fragancias avasallantes y blandas durezas, empujó reclamando el último territorio de Rodder. Lo que siguió se asemejó a un parto, expulsado de sí mismo, eyectado. Dado vuelta como una media. Invertido.

Dahteste, corría llorando hacia él. Dahteste lo rodeó e intentó darle un recibimiento como Rodder merecía, pero Rodder ya no era el mismo. Se parió desde otro lugar. Se plantó. Levantó la cabeza y miró el horizonte, como si nada existiera. Sin embargo, allí donde el mundo había hospedado reservas habitaban edificios. Allí, donde sus antepasados habían sufrido persecución él veía venganza. Allí donde los muertos ya eran huesos molidos él veía materia casi acto.  Dahteste quiso interrumpir ese ensimismamiento y esa lejanía particular pero no pudo más que seguirlo. Rodder seleccionó olores y sabores que lo habían abrumado y eligió los materiales más secos, toscos y ásperos. Se abrió paso entre superficies extrañas y lo pegajoso se volvió polvo suelto y movedizo. Rodder ya no estaba inmóvil. Su andar había expulsado los engendros que se habían apoderado de sus entrañas. El rostro anguloso seguía en posición hacia un horizonte alcanzable esta vez. Elevó los brazos a los dioses y la tierra sufrió movimientos para anotar nuevos límites en esta historia. Espíritus venían desde cuatro direcciones a danzar frente al fuego. El aire devino en viento huracanado. Las llamas salpicaron el territorio y abrieron la tierra. El polvo suelto zigzagueaba para elevarse en remolinos y convertir a los huesos molidos en nuevos cuerpos para luchar. Los cuerpos se vistieron de flecos y plumas y se posicionaron detrás de Rodder hacia aquella reserva de cemento. Dahteste dejó de llorar. 



4 comentarios:

  1. Rodder nos hace viajar con él hacia un universo inimaginable y sin límites...

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  2. Hola a todos.
    Empiezo por decir que es una obra que podría ser presentada como un gran ejemplo para los estudiantes de como relatar imágenes visuales, sensitivas, olfativas, táctiles, abstractas etc. Ese aspecto de la obra es muy impactante, se nota que hay mucho trabajo, talento, pasion y frenesí por mostrar, pero creo (a mi modesto entender ) que le ha faltado a todo esté gran trabajo un tanto de emocionalidad para que sea un relato completamente hipnótico y difícil de olvidar.

    ¡Gran trabajo! Saludos al equipo de trabajo.

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  3. Me ha gustado el estilo lovecraftiano del relato. Quizás le falte algo de trasfondo sembrado para desembocar en este final, pero funciona.

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