miércoles, 4 de mayo de 2022

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO - NUEVA SERIE - 008

Trigamia

Carmina Shapiro, Luisa Madariaga Young 

& Sergio Gaut vel Hartman

Fresco, lúcido y sereno, a pesar de que había bebido como un vikingo, Aarón Salazar decidió realizar una experiencia fuera de lo común. En función de que sentía un ímpetu inusual gracias al ajenjo tragado, se decidió a conquistar a la vez a las tres hembras alienígenas que lo habían rechazado sistemáticamente. El frenesí juvenil parecía haber retornado a su espíritu, y aprovechando que por una de esas coincidencias inusitadas las tres estaban conversando animadamente en el salón pequeño de la casa de Regina Blativicius, arremetió con vehemencia, se arrodillo y lanzó un apasionado discurso.

—Las amo a las tres con toda la potencia de una nave Crew Dragon, deseo casarme con ustedes y hacerlas inmensamente felices. Si aceptan las llevaré a dar la vuelta al universo, las cubriré de joyas y les permitiré que se embriaguen hasta la inconsciencia con cuanta bebida existe.

Las alienígenas detuvieron de a poco su conversación ante el número que estaba montando el humano.

—Tranquilízate, Salazar —dijo Märn, la inmensa, violeta y peluda viajera del sur de la galaxia—. Está claro que no conoces la diferencia entre el ajenjo y el amirys. Deja de beber o quedarás hecho una babosa.

—Necesita comer algo —espetó secamente y con desagrado la Yírgola, sin dejar de mirar dos de los tentáculos que Yenitza sostenía entre los suyos.

—Sí, pediré un pastel de batata.

Märn tocó el botón de su mesa que encendía la luz de órdenes, y pidió una porción con doble ración de crema agria. El dulce le devolvería los pies a la tierra, la conexión con este espacio-tiempo, y la crema agria moderaría el éxtasis que apenas comenzaba y, como no sabían cuánto había bebido, podía estallar con virulencia en cualquier momento.

Aarón seguía en el piso, mirándolas embobado como un perro ante un trozo de carne tierno y jugoso. Yenitza lo contempló divertida y habló sin soltarse de la Yírgola.

—Oigan, tal vez no está mal la idea… Las leyes galácticas permiten el matrimonio como un contrato con cláusulas electivas y condiciones particulares… Entre las tres y con los contactos viales de este idiota, podríamos hacer buenos negocios, ¡seríamos magníficas empresarias! —Y con el mismo entusiasmo le dijo a Aarón—. ¡A ver si no terminamos siendo nosotras quienes te llevemos alrededor del universo y te cubramos de joyas! —Y soltó una carcajada sonora y estridente que vibró en un amplio registro e hizo tintinear algunos objetos alrededor, llenando el aire de ruiditos como si las cosas rieran con ella.

Las ventosas de Yenitza que sostenía la Yígorla vibraron también y los colores de la piel se movieron en sintonía. La Yírgola sonrió satisfecha, ese espectáculo nunca perdía su magia. Ella, que conocía cada rincón del sur de la galaxia, con cientos de aventuras en su haber junto a sus dos disímiles amigas, comprendía asombrada que el terrícola le despertaba una profunda y mágica curiosidad. ¿Qué puede ofrecer este debilucho humano que apenas cuenta con cuatro extremidades amén de que dos de ellas estaban en el piso, dobladas bajo el peso de las ropas que traía puestas? ¡Ah!, pensó, la propuesta de matrimonio solo la hacía pensar en la parte reproductiva.

Miró fijamente a Yenitza tratando de interpretar el cambio repentino en la vibración de sus tentáculos, pero su amiga había cerrado todos los ojos dejando fluir un bien elaborado plan. Märn también tocó sus ventosas; ahora las tres podían decirse cuanto quisieran sin que Aarón se enterara y, al mismo tiempo, continuar el juego con el terrícola para trasladarlo a su propio territorio.

­—Altreans nos espera y queda más cerca —dijo Märn con una sonrisa dibujada en todo lo que, con cierta buena voluntad, podemos denominar rostro—. Sus leyes son más flexibles que las de la Confederación Galáctica. ¿Qué dices Aarón? Nos interesa la idea de este matrimonio y con tus contactos en Altreans debe ser muy fácil. ¿Tienes fuerzas suficientes para levantarte y seguirnos en tu propia nave?

Aarón se levantó del piso tratando de mantener el equilibrio, sopesando las palabras y el cambio repentino en el tono de estas, hasta ahora, inalcanzables hembras, algo que en su más profundo yo plantó una lucecita de duda, pero que desechó de inmediato; el deseo de conquista era demasiado poderoso y mucha su autoconfianza. Sabía que las tres estaban pensando en su poder financiero, capital que podía derrochar a manos llenas. Luego estaba la propuesta de viaje a un planeta que conocía como al suyo y donde tenía las mejores relaciones. Este es mi día de suerte, pensó.

—Tengo fuerzas para eso y para poseerlas a las tres durante un año estelar completo —alardeó el terrícola.

Esta vez las risas fueron casi catastróficas, y la casa de Regina Blativicius se sacudió como si hubiera sido afectada por un sismo grado 9.9 en la escala de Richter.

Las alienígenas retomaron su conexión telepática y el comentario colectivo, del que me inhibo de desglosar la exposición de cada una, fue algo así:

—¡Pobre infeliz! Como si fuera capaz de determinar qué hay que estirar, penetrar, absorber, desplegar, impregnar, saturar, fijar, encajar, separar, reblandecer, transformar, retraer, macerar, invertir y masticar en nuestros cuerpos. Pero, en fin, ¡todo sea por el beneficio!

Una vez más, algo que podría considerarse una sonrisa de beneplácito recorrió los cuerpos de las extraterrestres. Aarón, que ignoraba por completo cuál sería su destino al final de la aventura, también estaba feliz.  



2 comentarios:

  1. No entro en detalles sobre si existen aspectos por ajustar. ¿Saben que no me interesa? Me ha gustado el planteo de la bizarra propuesta matrimonial y la tensa, ominosa atmósfera que en todo momento nos deja muy claro que un fatal, indecible y terrible destino espera al inconsciente terrestre. La gatuna malicia de las alienígenas se percibe y resulta intimidante. Sentimos el desagradable deslizar de tentáculos cómplices y maquiavélicos. La obra parece conjugar la mordacidad del dibujo animado FUTURAMA y el horror informe que espera tras un velo en las pesadillas de Lovecraft.

    Hernán Bortondello

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