VEINTIÚN TEXTOS ELEGIDOS POR LOS AUTORES DE LOS MISMOS
Vendado – Alejandro Fabián Aguirre
Con los ojos vendados, a punto de ser fusilado, escuchaba como los soldados cargaban sus armas. En ese momento de terror imaginó que a todos los soldados les daba un infarto incluso al capitán. Confundido, cuando se sacó la venda la mujer del caudillo le disparó en la cara.
Una madre ordenada – Joyce Barker Bucat
Cerró el libro de geometría; el ruido era insoportable, y ya les había advertido dos veces lo que pasaría si no se callaban. Tuvo que cumplir con lo dicho.
"Nuestro silencio es perfecto como un triángulo isósceles", pensó, mientras disponía dos lengüitas sobre su escritorio, junto a la suya.
Pacientes – Patricio G. Bazán
—Señor Giménez, su turno —anunció la enfermera.
El aludido tomó el revólver de la mesita baja en la sala de espera y gatilló una vez, sin éxito.
Una mujer sentada a su lado lo consoló, con voz serena:
—La ruleta rusa es así. Tal vez la semana que viene...
El náufrago de ideas – Alejandro Bentivoglio
En una isla desierta un hombre tiene papel, tinta y una pluma. Piensa un mensaje para el océano. No se le ocurre nada. Con el tiempo lo rescatan y él cuenta sus aventuras. Pero los oyentes, al ver el papel en blanco, no creen nada de lo que dice.
Silueta - María Elena Camba
Tu presencia puebla la casa y me apacigua. Dialogamos como antes. Me río con esos chistes que nunca comprendo. Recuerdo nuestros viajes. Cuando todo pareciera regresar tu cara se desdibuja en blanco y negro y quedo sola contemplando ese retrato, en el que cada día me cuesta más encontrarte.
Destino - Rosa Lía Cuello
Ahí está. Con la mirada perdida en el hielo eterno. Inmerso en un sueño raro donde las aves permanecen suspendidas pero se oye el ruido de su vuelo. Arañando paredes que no existen. Buscando un alma que perdió hace tiempo.
Ya no tiene donde ir, excepto su propio infierno.
Historia de las religiones en 49 palabras – Oscar De Los Ríos
A un país, donde todos sus habitantes volaban, llegó un día un sacerdote. Los miró con temor y, decidido a sacarlos de su ignorancia, los reunió en la plaza del pueblo: les impartió su doctrina, comulgaron en su fe.
Ningún habitante volvió a volar, ahora sabían que es imposible.
La última cena o la cotidianeidad del vuelo errante de los misiles - Eri Echilley
Un zumbido feroz. Súbito temblor. La cuchara no había llegado a la boca, cuando los escombros cayeron sobre la mesa. Estos acariciaron las mejillas de las niñas, pero no tuvieron tanta amabilidad con el cráneo distraído del padre.
Las pequeñas corrieron buscando un lugar seguro. Pero ya no existía.
La hora de la verdad - Sebastián Fontanarrosa
—Mamá, papá. Algún día quisiera ser madre como nuestra gatita —dijo la niña sembrando estupor en la sobremesa—. De una niña igualita a mí. Ustedes nunca me hablaron de sus padres, mis abuelos.
—Te adoptamos, hermosa. Nosotros no podemos reproducirnos a voluntad, somos clones, al igual que tú.
Ot qishlog'i – Daniel Frini
En el Pueblo de los Caballos tienen calesitas hermosas, con humanos atravesados por una barra de hierro, que suben y bajan, mientras los potrillos, subidos a sus espaldas, saludan a sus madres que los observan, embelesadas, luciendo las mejores sonrisas equinas de domingo. Algunos humanos aún no han muerto.
Simetrías – Sergio Gaut vel Hartman
Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.
—¿Usted también ha sido transformado? —le preguntó al dinosaurio que todavía estaba ahí.
—En efecto —respondió la criatura—; antes de esta microficción yo era Augusto Monterroso.
Espejismo - Raquel Grandoli
Lleva días caminando en círculos en la montaña. Subir sola al Champaquí, ha sido un acto soberbio. Ya no siente las piernas. La sed le parte la boca. Cae. Divisa entre las piedras un brillante hilo de agua y piensa en su salvación. Se arrastra. Rasguña la roca. Expira.
El adiós - Alicia Karlsson
Los papeles, blancos, inquietos, inasibles, volaban por la cubierta de la mesa. Él trataba de atraparlos, saltaba de rincón en rincón, pero ellos lo esquivaban. Parecía que no querían entregarse, no querían que se enterara de lo escrito. Al final pudo leer alguno, era un adiós, una despedida final.
No era un micrófono – Claudia Isabel Lonfat
Yo era chico para entender de ironías.
—¿Sabés qué es esto pibe? —preguntó mi abuelo.
—No —respondí.
—Es para hacer cantar zurdos —dijo.
Cuando crecí, supe que era una picana, que el hijo de un gran poeta la incorporó a la fuerza policial, y que mi abuelo la usaba.
Tristán e Isolda – Débora Mayol Parodi
Nunca se apagó el deseo y nada les importó mientras el silencio los acurrucaba y fueron condenados pero aún en la tumba se entrelazaron como la vid y la rosa y con alas de amor y libertad flotan obstinados los rebeldes envueltos en la sutil tela de la inmortalidad.
Lágrimas curiosas - Marcelo Medone
Lisa fue a ver a una adivina, quien le anunció que moriría pronto.
Regresó a casa con el alma destrozada.
Apesadumbrada, se reprendió a sí misma por su maldita curiosidad.
Con el corazón roto, lloró durante toda la noche.
Por la mañana, encontraron su cadáver seco envuelto en lágrimas.
(publicado originalmente como "Curious Tears" el 19 de febrero de 2021 en la Chamber Magazine de Gillett, Arizona, USA.)
Desilusión - Jairo Alfonso Ramos Jiménez
Miré al cielo y no te vi. Volví a mirar y nada cambió. ¿Por qué me mentiste? No era necesario que lo hicieras, yo habría entendido que tú no podías cambiar al mundo; porque por más que uno quiera, después de muerto, no hay nada, no hay un cielo.
La limosna - João Ventura
—Señor, deme tres palabritas, por favor, para terminar una microficción de solo cuarenta y nueve palabras; hace dos días que no escribo.
—En vez de trabajar, prefieren dedicarse a la mendicidad. ¡No hay remedio! Toma dos palabras y úsalas con criterio.
—Pero, señor, todavía me falta una palabra
—¡Vete!
Un dulce paraje – Jorge Zarco Rodríguez
Caminó sin prisas por aquel sendero oscuro, pensando que quizá la mala suerte llamaría a su puerta en cualquier instante. La luz agonizaba y el bosque era cada vez más negro. Oyó un crujido a su espalda y ahí estaba el lobo.
—Caperucita, te había echado tanto de menos.
BONUS (dos textos escritos "a dos cabezas")
Esos ojos azules - Claudia Isabel Lonfat & Sergio Gaut vel Hartman
Contemplé el mar; mis ojos empañados eran prueba de mi idiotez. ¿A quién se le ocurre enamorarse de un ruso durante una pandemia? Conocí a Vladimir cuando viajé a Ucrania. Solo vi sus ojos azules; pensé que Ucrania es Rusia.
—Viva Putin —dije por WhatsApp.
—¡Bolchevique! —tradujo el programa.
Planeta deshabitado, se alquila - Patricio Bazán & Sergio Gaut vel Hartman
Nada queda del mundo que conocimos. El colapso siguió a la pandemia, y las ciudades se despoblaron rápidamente. Pero unos pocos permanecieron, imaginando que podrían recrear las antiguas culturas desaparecidas. ¡Ilusos! Las cucarachas y escarabajos usurparon nuestro nicho ecológico. ¿Qué hicimos? Tratamos, como siempre, de resolverlo a los pisotones.
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