¡Cobardes!
Alex Padrón
Preparamos la invasión durante muchas
décadas, siglos incluso. Los mejores guerreros, las naves mejor artilladas, los
estrategas más valiosos. Teníamos que conquistar y vencer.
Las previsiones de los
augures se cumplieron: hubo resistencia, pero desorganizada y patética. Era
lógico porque la naturaleza de los humanos es traicionera y primitiva. Nunca
tendrían la disciplina de nuestra raza colmena.
No obstante, usaron la
traición como su fuerza: reinamos ahora sobre una Tierra en cenizas. Mientras,
ellos marchan en nuestra flota robada a un planeta que ya no tiene sus mejores
guerreros, ni sus naves mejor artilladas, ni sus estrategas más valiosos.
Amigos
interplanetarios
Alejandra Iglesias
—Licenciado, esta criatura tiene un ojo
que efectúa un movimiento perfecto, pero en sentido contrario al humano.
Después de haber
recorrido virtualmente ochenta planetas y visitado otros doce, Darío Shwxeh no
recordaba haber visto algo igual. Le producía asco.
Recostaron el cuerpo en
el tomógrafo. No tenía órganos, sino una forma viscosa, dorada. Hicieron una
pequeña incisión y fue como pinchar un globo. El líquido en cuestión de
segundos invadió el lugar multiplicándose mientras un tic tac tic tac sonaba
cada vez más fuerte hasta que, de pronto, todo explotó, llenándose de millones
de seres dorados que caminaban frenéticos.
Citas
Joyce Barker Bucat
La tomó en brazos y la saboreó como si
fuera un helado.
—¿Qué hace, doctor?
—gritó el guardia desde el exterior derecho de la celda acristalada.
El doctor, rápidamente,
soltó a la criatura. Se apresuró en salir.
—Nada, estaba
investigando un poco más. Estos extraterrestres...
—Se supone que nadie
debe estar después de las 7:00. Me obliga a registrar el hecho.
—No hagas eso, espera…
Podrías tener uno igual —dijo, mostrándole las llaves del auto.
—Pero prométame que...
—Es tarde, hasta
mañana.
—Estamos solos, soy el
siguiente —dijo el guardia.
La criatura se tornó
roja y naranja.
—Sí —respondió.
Contacto
inesperado
Jairo Alfonso Ramos Jiménez
El movimiento fue perfecto en medio de
aquella multitud. Casi nadie lo notó, solo dos personas lo percibieron. Ella y
él, los antiguos amantes que alguna vez se despidieron sin palabras y que hoy
volvieron a verse cuando la tarde caía para dar paso a la oscuridad de la
noche. Ella sintió el contacto inesperado y frio de la hoja de metal que
desgarró cada órgano interno de su cuerpo. Él, hundía su arma sin sospechar que
con cada empuje también cercenaba la vida de un hijo que nunca imaginó que existía
y que su venganza le impidió conocer.
El
anuncio
Débora Mayol Parodi
Me dirigí al nuevo trabajo, ofrecían una
excelente remuneración. El colectivo demoró más de la cuenta pero llegué a la
dirección señalada en el diario.
—¡Hola! Buscamos
jóvenes talentos para el nuevo canal, ¿trajo el CV impreso?
—Aquí tiene.
—¡Perfecto! Pase
directo a la oficina del productor —dijo señalando un pasillo, que era una
especie de tren fantasma, con diferentes imágenes sangrientas.
—Adelante, preciosa —me
dijo el calvo de orejas pronunciadas, con espalda ancha y piernas cortas, una
especie de gnomo.
Mi cuerpo comenzó a temblar. Intuí la trampa.
La puerta se cerró con un hermetismo cómplice.
La
niña perdida
Raquel Grandoli
—¡Helena! ¡Helena! ¿Dónde estás? ¡Helenaaaa!
La madre gritaba y
corría haciendo aullar a los perros.
Todos salieron en busca
de la niña con linternas, escopetas y palos.
Don Gervasio dijo que
la vio ir derecho hacia el bosque hablando sola.
¿Se había vuelto loca?
¡Pobre niña! ¡Será por tanta lectura! Dijo alguien por ahí.
Entretanto, la criatura
observaba, acechante, oculta en la oscuridad.
Su movimiento se asemejaba al de una serpiente, zigzagueante,
silencioso, siniestro. Invisible, imperceptible al sentido humano.
Solo brillaba en la
noche un ojo rojo como luna de sangre
Más tarde, cuando todos
durmieran, regresaría por más.
Nahiara
Eri Echilley
Tus muñecas y tus peluches
se acuestan sobre tu pecho.
Noviembre
duele, como duele la desidia. Todos te miramos y el mar brota de nuestros ojos
acostumbrados a lo desgarrador, pero no a tanto.
Una luz
tenue alcanza tu cuerpo, los sollozos y
tu expresión son espinas que se clavan en mi sien.
Tu
hermanito corre por el lugar como quien ignora la fugacidad de la vida,
mientras vos dormís el sueño eterno.
En
la villa aprendí: la muerte no discrimina, pero el Estado sí.
Te doy un beso en la frente. Tapan tu
nueva camita, estallan los gritos.
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