El tiempo es elástico
Franca Caserta, Guillermo Lamolle,
Nicolás Micha &
Sergio Gaut vel Hartman
El pobre hombre no pudo responder; en su rostro se formaron pliegues y arrugas. Luego cerró los
ojos y una
convulsión lo sacudió eléctricamente. Mientras arreciaba el aguacero, Dayana deploró no tener el maletín
que contenía los elementos que hubieran hecho posible reanimarlo. No estaba muerto, a pesar de que la inmovilidad que siguió al espasmo inducía a pensar que ya no le quedaba demasiada vida por delante.
—¡No me
toques! —exclamó la bióloga cuando Stephan le puso la mano sobre el hombro—.
Este pobre diablo habría seguido su camino si no hubieras aparecido de la nada,
materializándote de improviso. ¿Nunca se te ocurrió pensar que para ser un viajero
del tiempo se necesita, además de conocimientos científicos, cierta empatía y
un poco de sentido común?
—¿Cómo podía saber…?
—¿Cómo podrías saber? —se burló Dayana—. Estudiando, calculando. Venimos del futuro, idiota. Un poco de información adicional no te hubiera venido nada mal.
De pronto, emergiendo de la nada, apareció una figura en la calle encharcada. Se plantó entre el hombre tendido y la pareja de viajeros y, tras ponerse en cuclillas, realizó algunos movimientos indefinibles. Ni Dayana ni Stephan pudieron determinar si la silueta correspondía a una persona física o si era un holograma. Durante algunos interminables segundos se miraron entre sí, tratando de hallar una pista que los ayudara a resolver el enigma, pero cuando llegaron a la conclusión de que la única opción era interrogar al intruso, este se esfumó.
Todo el lugar se llenó de petricor y olor a rosas recién cortadas, lo que daba un aire de misterio y tensión a la escena; parecía que el tiempo se había detenido en medio de dos instantes y lugares diferentes, que como error de cálculo, la mitad de sus cuerpos estaba en un lugar y la mitad en otro. Dayana estaba desorientada por todo lo que estaba pasando y durante un momento se olvidó del hombre tirado en el suelo. Su mente analítica no podía entender qué estaba pasando, pero la formación recibida para afrontar todo tipo de eventualidades tomó posesión de su cerebro; bajó la cabeza, miró el aparato que ceñido a su cintura y se percató de que el medidor de traslación cuántica dimensional se había vuelto loco. Marcaba un número, luego otro; estaban en un vórtice de tiempo. Dayana le gritó a Stephan, que se encontraba paralizado y en shock.
—Regula manualmente tu cinturón; si no lo haces junto conmigo quedaremos irremediablemente perdidos entre dos tiempos. —El hombre aun no reaccionaba, su mente estaba tan confundida que ella volvió a gritarle—. ¡Manipula tu cinturón, con las coordenadas que te daré, vamos Stephan, a la cuenta de tres! Coordenada dimensional alfa 767 y delta 654. —El hombre reaccionó al fin con los gritos de la mujer y puso sus manos en el cinturón, y marcó el código que ella le dictaba. Todo volvió a la normalidad en fracción de segundos; empezó una ligera llovizna, que refrescó los rostros de los tres personajes.
Cuando Stephan se liberó de su confusión, vio a Dayana conversando con el hombre caído. Sí, conversando, porque el hombre estaba de pie y hablaba. Stephan se acercó.
—¿Está usted bien, amigo?
—¿Por qué no habría de estarlo? —preguntó Dayana.
—Bueno, es que... hace un momento… es decir...
—¿Qué dices? Hace rato que estamos de charla con este caballero, mientras que tú acabas de aparecer. Ni viajando en el tiempo puedes ser puntual —agregó, tras consultar su reloj.
—Pero Dayana… ¿no recuerdas? El accidente, el extraño que apareció… —Dayana lo miró extrañada, pero hizo un guiño que podía interpretarse como una señal para posponer la discusión.
—Dejémoslo para más tarde —susurró.
Minutos después, tomando café en uno de esos bares con mesas afuera, a orillas del Weierstrass, se contaron las distintas versiones de lo ocurrido.
—Llegamos hasta aquí por caminos distintos —dijo Dayana—. En uno, un hombre moría a causa de tu aparición intempestiva; en el otro, no. Y dices que hubo una cuarta persona, y por lo que me cuentas, sospecho que tiene algo que ver con todo.
—Tarde o temprano iba a pasar. Es evidente que hay otros con la capacidad para viajar por el tiempo, y probablemente muy mejorada. Mi hipótesis es que nosotros… eh… yo… cometí un error, dañé a una persona, y eso fue detectado y enviaron a un peón a corregir el problema.
—Hay un detalle... —acotó Dayana—. ¿No sentiste algo, cuando tu espacio-tiempo cambió de repente? ¿Qué pasó antes?
—El medidor se había vuelto loco. Por poco, quedamos atrapados para siempre entre dos líneas temporales. Es inquietante.
—Exacto. Puede que aún no lo entendamos del todo, que la respuesta siempre haya estado frente a nosotros y no lo supiéramos.
—Debemos volver —dijo Stephan, levantándose de la mesa—. ¡Volvamos, Dayana!
—¿Volver a donde, idiota? ¿A unos minutos antes de nuestro viaje? ¡Eso provocaría una paradoja!
—Pero es la única forma. Si no, yo… Ah…
Stephan se sentó y se tomó la cabeza con ambas manos.
—Ya entendí.
—¿Qué pasó?
—Yo… nosotros… en realidad no lo logramos —respondió, mirándola a los ojos.
—¿Cómo?
—Que no lo logramos, te digo. Ocurrió una paradoja a causa de este tercer viajero, y quedamos atrapados. El universo, al tener entidades mezcladas en distintas líneas temporales, tuvo que equilibrase. En su equilibrio nos reposicionó.
—Entonces…
—Sí, yo no soy tu compañero. Tu Stephan dejó de existir. Yo reemplacé al tuyo. ¿No es inquietante?
—Yo tampoco soy tu Dayana entonces.
—Lo peor es que no sé qué ocurrió con ella. Pero eso no es todo… Yo no debería recordarlo. ¿Por qué lo recuerdo?
—¿Un déjà vu intertemporal? No, es imposible. No deberías recordarlo de forma tan lúcida.
—Efectivamente. Aunque hay algo que me inquieta aún más. Porque… esto podría haber ocurrido antes. ¿Cuántas veces ocurrió este reposicionamiento sin que lo recordáramos? ¿Cuántas veces jugamos con el tiempo y el universo volvió a equilibrarse? ¿Cuántas veces nuestras líneas temporales fueron destruidas y nosotros acabamos en otras? ¿Cuántas veces fuimos reemplazados?
Una de las narraciones más estimulantes que nunca haya leído sobre paradojas temporales. Qué bien elaborado el argumento!
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