martes, 16 de agosto de 2022

ESPECIAL ROMPECABEZAS - 003

Travesía

Luisa Madariaga Young



 

Muchas personas creen que la fortaleza se encuentra en la musculatura física obtenida en los gimnasios, pero puedo asegurarles que existe una superior, aquella que sale a flote cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles o extremas; me refiero a la fortaleza de espíritu para librar batallas que parecen imposibles. Evelyn es mi hija menor; se mudó lejos y pocas veces nos veíamos en un año, aunque siempre nos hemos comunicado a diario, esa es la razón por la cual quedé devastada cuando ya desesperada por no saber de ella, recibí un correo que fielmente transcribo aquí:

 

“Madre querida, mientras lees mi carta yo estoy luchando por un sueño. Te conozco y se cuánto vas a llorar, pero te ruego comprendas que no me despedí precisamente para evitar ver toda la angustia reflejada en tu rostro al embarcarme en una incierta travesía donde todo puede pasar.

Comienzo diciéndote que el primero en irse, hace tres meses, fue Carlos (ahora querrás desear que nunca nos hubiéramos casado) con la idea de trabajar duro para ir pagando la deuda, ambos pensamos que si esa afortunada circunstancia llegaba a producirse el niño y yo viajaríamos después para reunirnos en Estados Unidos (no lo hicimos juntos por razones de dinero).

 Llegamos a Nicaragua en la noche y estuvimos viajando por varias horas. Cuando amaneció vi como la luz cálida caía sobre los lejanos volcanes ¡Es increíble admirar esas cúpulas blancas! Y me preguntaba ¿Será la nieve? ¿Es posible que exista el invierno en medio de las montañas aunque estemos finalizando el verano? Mientras marchábamos (hay tramos que tenemos que hacerlos a pie), no dejaba de recordar tus enseñanzas cada vez que teníamos que cruzar un río caminando por un estrecho y elevado puente colgante; algo más complicado que mantenerse de pie luego de una pasada de copas.

En Honduras formamos un grupo mayor con personas de otros países, entre ellos había un niño de cinco años que lloraba asustado, el pobrecillo no encontraba a su padre, me acerque y le ofrecí unas golosinas para consolarlo, casi inmediatamente llegó su papá que con una explosión de triunfo ahogó el dolor de creerlo perdido en medio de tantas gentes. Me dijo que eran venezolanos y que viajaban solos. A lo largo del camino hicimos buena amistad y nos ayudábamos mutuamente. Me había percatado que ellos poseían salvoconductos, pero él me confesó que todos los documentos eran falsos, lo único verdadero eran nuestras identificaciones y pasaportes.

Madre, es cierto el peligro que se corre. En Guatemala un hombre se acercó a nuestro guía que observó al intruso con evidente desconfianza, se notaba claramente que era de las fuerzas policiales. Te confieso que hasta ese momento no había visto un arma en ninguno de ellos, debían de tenerlas ocultas, pero sin yo saber cómo, el guía ya lo tenía encañonado y lo condujo al abismo desde el borde del angosto camino que estábamos cruzando. Todos estábamos paralizados, solo atiné a cubrirle los ojos a Carlitos y susurrarle bajito ¡No es nada más que un juego! No escuchamos disparos, pero tampoco quisimos averiguar qué sucedió…

Antes de llegar a México nos separaron en grupos pequeños y nos volvieron a reagrupar, luego de cinco días de viaje, en un rancho aislado, muy cerca de Tapachula. Ahí volví a reencontrarme con el venezolano (Francisco es su nombre), lo reconocí porque usaba la misma indumentaria que usó cuando nos vimos la primera vez, apenas era una sombra de la persona vivaracha que me había ofrecido amistad unas semanas antes. Le pregunté por su hijo y un rictus de amargura desfiguró su rostro, llorando me dijo que en la selva algún insecto había picado a su niño provocándole fiebres y sudoraciones extremas, que le había rogado al guía hacer una parada cerca de algún pueblo para al menos comprar medicamentos, que el guía vino, observó por unos minutos a su hijito y se volvió diciendo “No hay duda de que está enfermo, pero no podemos parar, la vida de una sola persona no puede poner en riesgo la de los demás ni el dinero que se está pagando, negocios son negocios” ¡Perdió a su niño, madre, y yo quedé angustiada pensando en el mío! Traté de encontrar palabras que lo reconfortaran y no pude ¡No existen palabras de consuelo, los padres nunca deben ver morir a un hijo! Solo atiné a ponerle una mano en su hombro y me susurró que ese horrible momento de sepultarlo en medio de la selva, sin apenas unos minutos de despedida prefirió olvidarlo para no sentir otra vez el vacío de la pérdida. Hasta ese momento yo no tenía total conciencia de los verdaderos peligros a los cuales me estaba exponiendo, pero me sobrepuse a la debilidad momentánea con voluntad de acero.

En México nos quedamos estancados por muchos días; éramos más de doscientas personas amontonadas en una casa con las mínimas condiciones higiénicas, ningún mobiliario y sobre la mesa de madera había varios rollos de nylon para acumular los desechos ya que no podíamos salir al exterior, todos dormíamos en el piso sobre colchas que nos trajeron, eso sí, nunca nos faltó la buena comida (demasiado picante pero hicimos de tripa corazón y ya nos acostumbramos).

Finalmente sacaron al primer grupo y nos dijeron al resto que estuviéramos preparados para salir en la madrugada. Esperamos por horas y nada. Luego vino uno de los guías para informarnos que una de las camionetas del traslado se había volcado y tristemente unas diez personas murieron, por lo que las fuerzas federales estaban en operativos, en otras palabras, suspendidos los traslados hasta nuevo aviso. Un colombiano les recordó el juramento que habían hecho de protegerlos hasta la frontera por una suma de dinero bastante alta. El guía levantó la mano para sujetarse los lentes antes de responder que se reunirían esa noche en algún lugar cerca de Chiapas para coordinar con todos sus contactos un traslado seguro; luego añadió: “Nosotros somos buenos, pero no quieran vernos molestos”. Era evidente la amenaza ante tantos interrogantes que definitivamente no iban a responder.

Madre amada, a partir de este momento ya no podré comunicarme más. Voy a cruzar el puesto fronterizo, pasaré un tiempo detenida en inmigración y luego esperar a que mi hermana venga por nosotros. Por favor, no la culpes, es cierto que ella es la que está financiando gran parte de esta travesía, pero fue nuestra la decisión. Soy fuerte, madre, no te imaginas cuanto, he sobrepasado límites que yo misma desconocía. Sé que estás desgarrada por dentro, que a partir de ahora apenas podrás respirar esperando con angustia noticias mías ¡Ten fe y confianza en mí, estaremos bien! ¡Mi decisión y fortaleza de espíritu es grande! Un beso enorme desde lo más profundo de mi corazón, los amo con locura por siempre y para siempre”.


1 comentario:

  1. hum... siento que para ser un relato, ler falta un nudo. Pareciera más bien el fragmento de una historia que no se llega a contar aquí.

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