martes, 16 de agosto de 2022

EL INSOPORTABLE PESO DE UN AMOR DESCOMUNAL

 

Guillermo Corte

 

—Comenzamos con un enorme corazón carmesí —dijo Claudia, mientras exhibía la primera imagen de su presentación—; evocamos así la idea tradicional del amor. Detrás sonaría una melodía conmovedora y…

—Ya hablamos con el compositor Hans Miller. Sería un dúo de violines. ¡Ideal! —interrumpió Miguel, quien al otro lado del proyector intentaba evitar que su compañera acaparara toda la atención.

Sentado frente a ellos, y con una muesca inquisidora, se hallaba nada menos que Robert Sallow, el director y representante en Latinoamérica de la poderosa farmacéutica “Neo-Health”.

—El personaje se dejaría caer continuó Claudia, mientras hacía un gesto grandilocuente con sus brazos—. Y una voz susurraría: “¡Déjate llevar!”.

—Como una voz “en off” —acotó su colega, nervioso, mientras observaba de reojo al impávido ejecutivo que los examinaba—; una voz firme, pero seductora.

Claudia le lanzó una mirada fulminante y continuó:

—En este punto comenzarían los testimonios y…

—A mí me impactó uno en especial —dijo Miguel ignorando a su compañera, mientras revolvía entre los documentos impresos—Aquí está, escuche: Alejandra de Berazategui: “Al principio tenía mis dudas, pero Jorge me explicó todo muy bien. La intervención es completamente indolora. Hoy soy una mujer feliz y lo amo con todo mi corazón. Era el hombre de mi vida.”

—Sí, sí, ese es bueno —interrumpió Claudia—, pero yo empezaría con algo con más glamour. Vea este: Antonio de Palermo. Hombre de cuarenta años con excelente presencia. Le transmitiría seriedad al producto. Además, va directo al grano: “Antes de conocer a Amanda trabajaba diez horas por día en la oficina. Nunca pude enamorarme realmente. Por suerte “Eros-9” llego a mi vida. Hoy disfruto de una nueva pasión, la pintura. Y Amanda es...”

—No, no, ese no me gusta —Miguel la cortó en seco—. Amanda tiene setenta y pico. Testimonios como ese pueden generar un poco de temor. Van a decir que la señora le lavó el cerebro. Tenemos que evitar esas cosas, Claudia.

Claudia contuvo la rabia y asintió sin perder la sonrisa del rostro. Sabía que Miguel se salía de eje cuando estaba nervioso, pero boicotearse a sí mismos era algo demasiado estúpido hasta para él.

—¡Por favor, Miguel! Pero si el marido de Alejandra tiene casi la misma edad... son sólo prejuicios tuyos.

—Un momento —interrumpió el ejecutivo mientras se acomodaba sus elegantes gafas—. Les recuerdo que nuestro querido CEO no quiere que desvaloricemos el enamoramiento, sólo tenemos que plantear Eros-9 como una opción válida, sobre todo desde un punto de vista moral.

—Claro, claro, tiene usted razón, toda la razón —respondió Miguel acomodándose frenéticamente el cabello—. Tal vez si entonces empezamos con algo imperativo... ¿Qué tal: “dale valor a tu amor”? O tal vez: “no regales tu amor.” No es definitivo por supuesto, tengo otras ideas.

Claudia suspiró mientras escuchaba a Miguel lanzar slogans. Su mirada se había perdido en el panorama que ofrecía la ventana de enfrente: unas nubes hechas jirones sobre un pálido azul era todo el paisaje que podía ofrecer el piso 39 del imponente edificio Continental-IV, una de las centrales de Neo-Health en el hemisferio sur.

El parloteo de Miguel era señal que había entrado en pánico y probablemente tendría que ser ella la que sacase a flote la entrevista.

—No lo sé —exclamó descontento el ejecutivo, con un tosco español que denunciaba a las claras su origen neoyorquino—. ¿No regales tu amor? Si simplemente te enamoras y no ganas nada, ¿estarías regalándote? ¿Acaso oyeron lo que acabo de decir?

Claudia intervino para salvar a su compañero.

—Lo moral hoy no vende, señor Sallow. La gente no quiere algo “moral”, quiere algo mejor. Si lo que buscamos es jerarquizar Eros-9 entonces el espectador debe pensar que amar de esta forma es mejor que el anticuado amor “espontáneo”.

—Celebro su entusiasmo señorita, pero estamos jugando con fuego aquí, no queremos generar una imagen de rechazo público, ni que alguien que se haya enamorado naturalmente se sienta excluido. Recuerden que los receptores de esta publicidad podrían ser clientes de otras líneas de Neo-Health. No quiero generar una guerra entre sectores.

Miguel miro a Claudia con resignación, su propuesta era evidentemente demasiado directa.

—Aguarden un momento —dijo Sallow—, tengo que atender esta llamada. —El ejecutivo se levantó súbitamente de la enorme mesa de Directorio, colocó rápidamente un auricular en su oreja derecha, e inició una conversación.

—Lo estás arruinando —murmuró Claudia mientras se mordía nerviosamente una uña.

—¡No, es tu culpa! ¿Qué le vamos a decir ahora?

—No lo sé, ¿otros testimonios?

Los publicistas buscaron de nuevo entre los documentos, esta vez con creciente desesperación. Comenzaron a releer los documentos de las entrevistas que habían preparado.

—Les quedan cinco minutos —dijo Sallow que había terminado abruptamente su llamada y ahora los observaba por encima de sus gafas.

—¡Escuche esto! Mariana de Rosario, veinticinco años. Su pareja, veintiocho. —Miguel continuó leyendo—. “Conocí a Mario en la secundaria, era el nerd del curso. Estaba enamorado de mí, pero yo nunca lo había visto de ese modo. Hoy, gracias a Eros-9, soy la persona más feliz a su lado y él estuvo dispuesto a entregar todos sus ahorros por eso, ¿no es romántico?”

—No solo eso, —añadió Claudia— estaríamos planteando además que Eros-9 es una ayuda, un medio... ¡Un catalizador! Un medio para captar —hizo una señal con sus dedos que simbolizaba un entrecomillado— la verdad que siempre estuvo allí. —Sallow hizo un gesto de interés. Claudia envalentonada continuó—: El amor que se entrega al otro es una forma de regalarse la vida que se desea y, por ende, una manera de amor propio…

Miguel la interrumpió eufórico.

—¡Claro! El slogan podría ser: “Ámate… amando”.

Al completar la frase se felicitó a sí mismo en silencio, y sus músculos faciales se tensaron evitando que alguna enunciación adicional arruinara el momento.

Sallow analizó la idea por unos instantes y luego afirmó, aunque sin demasiada firmeza. 

—Me gusta.

Se quitó las gafas y se acomodó el cabello mientras contemplaba el techo de la habitación. Los publicistas lo observaron expectantes, casi sin respirar.

—Creo que es una gran idea. De hecho, creo que es exactamente lo que necesitamos.

Mientras Claudia esbozaba una leve sonrisa de alegría, el directivo presionó un botón en un pequeño panel adosado a la mesa, para comunicarse con su secretaria.

—Beatriz, vamos a avanzar con estos candidatos. Cancela el resto de las entrevistas.

—¡Por supuesto señor Sallow! —replicó la subordinada.

—Les dejaré para hacer el papeleo. Bienvenidos a Neo-Health.

—Muchas… gracias… —respondieron incrédulos, casi al unísono.

Claudia comenzó a imaginar en qué gastaría los miles de dólares que les suponía iniciar este negocio. Se imaginó abriendo una pequeña agencia publicitaria en Nueva York o Los Ángeles y su corazón comenzó a palpitar de emoción. Mientras estrechaba la mano de Sallow advirtió sus atractivos ojos claros antes ocultos detrás de las enormes gafas y cómo estos maridaban perfectamente con su rubia cabellera y su amplia sonrisa blanca. Atribuyó aquella observación fuera de lugar a la emoción de cerrar el contrato.

 Antes de salir de la habitación, el ejecutivo agregó:

—Recuerden que no sólo necesitamos publicidad. Tenemos que aplicar un enfoque amplio. Para empezar, busquen uno o dos cineastas y piensen en alguna película que presente a Eros-9. Podríamos buscar alguna estrella famosa aquí en Argentina, alguien que esté en una mala racha y acepte someterse al tratamiento. También tendríamos que hacer lobby en el congreso para la legalización en el país. Y no olvidemos las universidades, eso es muy importante para forjar la idea en las nuevas generaciones. Estamos hablando de un proyecto a largo plazo. Por eso el contrato estipula un tiempo mínimo de diez años.

—¡¿Diez años?! —preguntó Claudia, atónita.

—¡Como mínimo! Durante ese tiempo deberán trabajar para nuestra firma de forma exclusiva. Vean los papeles con Beatriz —agregó justo antes de marcharse, dando por finalizada la conversación.

Ambos publicistas se quedaron en silencio. No tenían en mente realizar semejante sacrificio, aun cuando deseaban expandir su pequeña agencia. Sin embargo, la corporación norteamericana representaba una oportunidad laboral única.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Claudia.

—Es una corporación multinacional de primer nivel, es lógico que pidan exclusividad.

—¿Podríamos decir que no?

—Supongo, pero sería una locura. ¡Estamos hablando de Neo-Health!

En ese momento se hizo presente la secretaria de Sallow, trayendo consigo dos abultadas carpetas.

—¡Felicitaciones! —dijo esbozando una amplia sonrisa—. Aquí tienen sus contratos. Voy a necesitar sus firmas en la hoja final y también recabar algunos datos personales.

Miguel tomó una pluma del escritorio y comenzó a garabatear sobre la hoja de papel. Claudia, por el contrario, se detuvo. Comenzó a sentirse extraña, una parte de sí le decía que estaba cometiendo un grave error. Se obligó a sí misma a leer todas las cláusulas.

—No es necesario… —acotó Beatriz con una risita nerviosa al advertir que Claudia pretendía revisar el documento entero—. ¡Es pura jerga legal! Puede ir directo a la última página y...

Claudia no la escuchó, su atención se había desviado a una cámara de seguridad que los enfocaba desde la esquina de la habitación y parecía haberse encendido súbitamente.

En la oficina aledaña, Sallow sorbía lentamente café junto a Francisco Velazco, principal accionista de Neo-Health Latinoamérica. La empresa tenía como política la apertura total de sus operaciones a los inversionistas. Según su CEO, era la mejor manera de generar confianza en sus productos. Sallow sabía esto perfectamente, aunque no se acostumbraba del todo a recibir este tipo de visitas que veía como una suerte de fastidiosa auditoría por parte de su jefe.

—¿Que le parecieron? —preguntó Velazco.

—La mujer es mediocre, y su socio, un pelele —afirmó sincero—, pero hay algo positivo: no tienen escrúpulos. Sin duda trabajarán duro una vez que las feromonas hagan su efecto.

—¿Están seguros de que es legal aplicar Eros-9?

—Por supuesto. En estos contratos Neo-Health impone regirse por las normas legales de Myanmar, primer país en legalizar el compuesto Eros. El contrato que están firmando en este momento contiene una cláusula por la que aceptan someterse al tratamiento.

—¿Y cómo estás seguro que darán su consentimiento?

Sallow lanzó una pequeña risa.

—Muy simple, nadie lee los contratos —se encogió de hombros—. Aun si lo hacen, para cuando lleguen a esa cláusula ya habrán respirado tanto gas que acabarán firmando sin dudar. Además, es imposible demostrar que la firma tuvo lugar luego de que se produjeran los efectos químicos.

—Veo que han pensado en todo —dijo Velazco fingiendo humildad.

—En todos los detalles, sí. Eso me recuerda… tengo que tomar la contramedida, yo también estuve en la habitación. —Y mientras decía esto sacó un pequeño inhalador del bolsillo y rápidamente aspiró una bocanada.

—¿Y cuál es el plan, enamorarlos de ti? —prosiguió Velazco con una sonrisa socarrona.

—¡Oh, no! Por supuesto que no —rio Robert—, al principio probamos eso. De hecho, todos en el sector administrativo están jodidamente enamorados de mí. ¡No sabes lo difícil que es sostener las insinuaciones grotescas del gerente financiero! Ciertamente fue una mala idea. Ahora optamos por otra vía, más pragmática.

—¿Cual?

—Fácil —dijo ufanándose—: los hacemos amar a la Corporación.

Francisco comenzó a sentirse incómodo. Todo aquello no se distanciaba demasiado de una suerte de extraño culto con fachada de empresa. Sallow lo notó, no era una reacción infrecuente. Intentó tentar a su interlocutor:

—Piense en el negocio a futuro, Francisco. Antes, si quería explotar a alguien con talento era necesario inventarle un plan de carrera, ponerle la zanahoria delante y todas esas estupideces. Y si advertía el truco, había que convencerlo con un buen salario o beneficios. Era desgastante. En cambio, los empleados de Neo-Health, jamás piden mejoras en sus condiciones de trabajo. Harían literalmente cualquier cosa por la empresa...

La puerta se abrió súbitamente.

—¡Mi amor! —Beatriz se acercó a ellos gesticulando.

—Ahora no, Beatriz —ordenó Sallow, molesto.

—Mi amor, tenemos un problema —exclamó ella, ignorando a Velazco.

—¿Qué sucede? —Al parecer no tenía opción más que atenderla.

—La mujer. Leyó el contrato y no quiere firmar.

Robert exhaló, cansado.

—Bien, tú sólo vuelve allí, yo lo arreglo.

—De acuerdo, cariño —dijo Beatriz desapareciendo rápidamente tras las puertas dobles de la oficina.

Sallow se acercó al intercomunicador de la pared y presionó un interruptor.

—Necesito elevar la dosis en la sala 4-B. Tengo una situación de resistencia.

—Lo estoy viendo, corazón… pero no podemos hacer nada —respondió una voz del otro lado—. Sabes que hay sujetos que rechazan la droga.

—Con más razón, aumente la dosis, doctor.

—¡Pero mi vida! —replicó la voz— si lo hago podríamos causarles un desbalance mental irreparable…

—Como si eso importara… ¡aumenta la maldita dosis!

—Pero es una locura, bebé… —respondió el médico preocupado. El amor que sentía no le impedía tener aún algunas consideraciones éticas.

—¡Sólo hazlo!

—De acuerdo, de acuerdo… sabes que haría cualquier cosa por ti.

 Casi de inmediato, en la sala contigua, se oyó el sonido tenue pero inconfundible del gas diseminándose.

Velazco, habiendo sido testigo privilegiado de la grotesca escena, se debatía entre el deleite que le producía ver la cara enfurecida de Sallow y el temor de que todo ese negocio turbio manchase de alguna forma su apellido. Después de todo había invertido unos cientos de millones en la producción y distribución del compuesto Eros.

—Te ruego que me disculpes —dijo Robert retomando su compostura habitual—, podríamos almorzar juntos, si estás de acuerdo.

—No es necesario —dijo Velazco sonriendo— me queda claro que tienes todo bajo control…

En ese momento se oyó un grito en la oficina contigua, seguido de un golpe sordo.

Ambos hombres se apresuraron a abrir la puerta. La escena que apareció ante ellos era estremecedora.

En el suelo se encontraba el cuerpo sin vida de Claudia, tenía el rostro totalmente destrozado. Agachada junto a ella estaba Beatriz, quien blandía en sus manos el arma homicida: un brillante y enorme pisapapeles con el logo de Neo-Health, ahora cubierto de sangre. Acurrucado en la esquina opuesta de la habitación, Miguel, que se cubría el rostro con las manos, sollozaba profusamente.

—Beatriz… ¡¿Qué demonios hiciste?! —Sallow estaba desencajado.

—¿Qué hice? —replicó la secretaria— ¡Lo que cualquier empleado de Neo-Health haría! Hace quince años que trabajo en esta compañía Robert. ¡La amo con toda mi alma! Y esta infeliz se creía demasiado buena para ella ¡Ja! Se atrevió a rechazarla. ¿Puedes entenderlo? —Su voz se tornó una risa burlona.

—Beatriz, cálmese… baje eso por favor —imploró Velazco, sin éxito.

—¿Cómo pudiste, Robert? ¿Cómo osaste traer a esta escoria aquí? ¡Al sagrado suelo de nuestras oficinas…! —Beatriz se había puesto de pie, su rostro era una mueca desfigurada de odio.

—Beatriz, escúchame —intervino Robert hurgando frenéticamente en su bolsillo — voy a darte algo, te sentirás mejor de inmediato.

—Amo tanto a Neo-Health que haría cualquier cosa por esta compañía. ¿Lo sabes? ¡Cualquier cosa! —De repente miró sus manos cubiertas de sangre y exclamó: —¡Oh Robert! ¿Cómo puedo trabajar aquí así? ¡Es una falta de respeto! ¡Soy indigna para esta corporación!

Y corriendo hacia la ventana, de un salto, atravesó el cristal, arrojándose al vacío en un estallido de vidrios rotos.

—¡Mierda! —exclamó Velazco, aterrado. Miró a su alrededor y luego echó a correr por el pasillo, en dirección a los ascensores.

Sallow se acercó lentamente al escritorio, tomó el teléfono y marcó el interno del CEO de la compañía.  Carraspeó, mientras observaba a Miguel, que aun seguía en el rincón, llorando cabizbajo.

—Lo escucho —dijo una voz del otro lado del tubo.

—¿Charles? Cariño...

—¿Robert? ¿Qué ocurre?

—Volvió a pasar.


2 comentarios:

  1. AMOR es una palabra tan en vano utilizada hoy en día, que no es extraño que las corporaciones que manejan el mundo la usufructúen en su beneficio. La sátira está brillantemente plasmada en esta ficción tan cercana a una realidad que no queremos ver.

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